Vocaciones frustradas

Este artículo lo encontré en la web Educar con sentido
“Jaime ha logrado una nota media de 8,6 en bachillerato, no puede entrar en medicina”.
¿Cuántas veces ha oído que los chicos de 17 años no saben qué hacer con sus vidas?. “Son demasiado inmaduros”.
Naturalmente todo parte de un error. La generalización. Hay muchos chicos que con 17 años no saben qué carrera estudiar – lo que sí saben es que DEBEN estudiar una carrera, ¡y que no se les ocurra decir otra cosa! -. Cuando yo tenía esa edad el que no sabía qué estudiar se metía en derecho. Hoy creo que hacen ADE (administración y dirección de empresas). Hay chavales de 17 años que tienen claro a qué se quieren dedicar profesionalmente. Jaime quiere ser cirujano.
Lo cierto es que de poco importa tener o no vocación. Por muy fuerte que sea. La vocación no importa, importa la nota que saques en bachillerato. ¡Y que los días de selectividad no te traicionen los nervios!.
¿Predice la nota de bachillerato el éxito profesional?. No lo sé, pero lo dudo.
¿Predice la vocación el éxito profesional?. No lo sé, pero lo intuyo.
¿Qué profesional prefiere que le atienda, aquel que entró por nota o aquel que entró por pura vocación? Y naturalmente no es incompatible. Se puede sacar una magnífica nota y tener una clara vocación. Pero también se puede lo contrario.
Llevo meses pidiendo a los profesores y responsables de bachillerato de los diferentes colegios e institutos que otorguen a sus alumnos un sobresaliente generalizado. Es la única forma de que en este sistema la selección de estudios sea por vocación y no por puntuación.
“Es que entonces se llenarían las facultades de alumnos”. Ese argumento no me vale para justificar y mantener un sistema tan flagrantemente injusto.
Mi nota media de bachillerato fue un cinco con algo (estudié 3º de B.U.P. y C.O.U en Estados Unidos, eso me permitió alcanzar tan alta nota). En la selectividad saqué un 4,5 – aprobado. En mi hoja de elección de universidad sólo incluí una carrera: psicología. La universidad me daba igual.
Cuando dije en casa que quería estudiar psicología me sometieron a un consejo de guerra. Mi madre y seis de mis hermanos intentaron convencerme de mi error. No les faltaban argumentos. España es el país con más psicólogos por habitante y en aquella época, 1986, las listas del paro eran eternas. Yo sólo tenía un argumento: “A mi nunca me faltará el trabajo porque yo seré el mejor”.
Acerté en lo primero y me equivoqué en lo segundo. Nunca me ha faltado el trabajo como psicólogo, aunque nunca he llegado a ser el mejor. Pero nunca he dejado de intentarlo. Eso ha sido suficiente para tener trabajo.
Un sistema que filtra las vocaciones – las pocas vocaciones que hay al terminar bachillerato – por nota es un sistema infecto.
Este mal sistema hace recaer toda la responsabilidad de que un chico pueda o no desarrollar su vocación sobre el colegio y por tanto sobre sus profesores. Pues si el problema es el sistema, no se amilanen, den siempre sobresaliente.
¿Qué es lo peor que puede ocurrir?. Si un chico entra en una carrera universitaria para la que no está capacitado, tendrá que replantear su futuro en un curso escolar, máximo dos. Si por el contrario un chico entra en la carrera universitaria para la que tiene vocación, verán como es capaz de esforzarse hasta lograr aprender todo lo necesario para  aprobar. Probablemente incluso con nota.
Si un chaval NO puede cursar la carrera para la que tiene vocación, auténtica vocación, porque “no le da la nota”, sin duda se reconducirá, pero no por ello podremos negar que el sistema le ha frustrado.
Quizás este artículo sea demagógico. Eso júzguenlo ustedes.
Jaime quiere ser cirujano. Es un tipo brillante y con vocación, pero el sistema le ha dejado fuera. Eso explíquenselo ustedes. Quizás él lo entienda. Yo no.

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