viernes, 14 de junio de 2013

EL PSICÓLOGO: FIGURA CLAVE EN UN MUNDO CADA VEZ MÁS NECESITADO DE ESCUCHA, DESAHOGO, RESPALDO, CONTACTO, Y TRABAJO INTERIOR.




En un mundo tan individualista como el actual, en el que cada vez nos desahogamos menos por miedo a romper ante el otro nuestra imagen idealizada como persona, un terapeuta es alguien que te escucha, que te contiene, una figura importante que  ayuda al otro a transitar por caminos difíciles, un respaldo necesario  en un mundo cada vez más necesitado de contacto,  de escucha y de trabajo interior, porque sólo, desde nosotros, podremos encarar nuestra vida libremente.

A pesar del esfuerzo que supone enfrentarse a una terapia, el mero hecho de desahogarnos, de  sacar para fuera todo el veneno que llevamos dentro y poder desnudarnos con alguien que escucha sin penalizarnos, no tiene precio; poder llorar a gusto, sin que uno tenga que dar cien mil explicaciones ni sentirse avergonzado, es un bálsamo para el alma.

La sociedad en la que vivimos penaliza mucho el llanto, acostumbrándonos a llorar muchas de las frustraciones de la vida a escondidas o simplemente a no sentirlas, reprimiéndolas, inhibiéndolas, y guardándolas a veces durante muchos años o toda una vida, pero siguen ahí,  dentro de nosotros, soterradas, afectándonos y enfermándonos, provocando depresiones, amargura, cansancio,  … en definitiva desvitalizándonos, apagándonos, alejándonos de la vida y generando una gran coraza que se somatiza en dolores y enfermedades de muchos clases, además de amargar el carácter y la relaciones sociales de todo tipo, laborales, de pareja, amigos, familiares…, y lo más importante impidiendo que encontremos un consuelo en nosotros mismos.

Entendernos y entender el mundo es básico, saber lo que realmente queremos, es importante para nuestra felicidad. La labor psicológica muchas veces es la de separar el grano de la paja, y ayudar a que tomemos conciencia de cómo nos boicoteamos, de cómo nosotros mismos somos nuestros peores enemigos. Facilita el que nos fijemos  cómo cargamos con la vestimenta que la sociedad o nuestros padres ha confeccionado para nosotros.

El mero hecho de desnudarnos y plantearnos si nos gusta o no lo que llevamos encima ya es un gran paso para poder enfrentar con autonomía NUESTRA VIDA, manejando cada vez mejor las situaciones de la vida que nos toqué enfrentar, asumiendo el dolor como parte del crecimiento y palpando los recursos que cada día vamos ganando para poder afrontar mejor situaciones difíciles.

Dori Pena Gayo - Psicóloga y Terapeuta Gestalt 

sábado, 8 de junio de 2013

Hablar sin hacernos daño


Es complicado reaprender a hablar sin hacernos daño, ya que lo que hemos aprendido desde pequeños es lo contrario, a utilizar el reproche y la culpa como arma defensiva, es decir a sentirnos fuertes a través de boicotear al otro. El que llegue primero a desarmar y debilitar es el que gana, cuando en realidad es todo lo contrario, es el que pierde, ya que pierde el encuentro con otro ser humano, que en mayor o menor medida, le importa.
Esta forma de actuar rompe muchas relaciones de pareja, daña seriamente las relaciones de familia, e impide una relación sana con amigos y compañeros de trabajo, por eso es necesario dedicarle un tiempo de observación a cómo solemos actuar.

Si sentimos que cuando hablamos con el otro estamos en una pelea continua de egos, de búsqueda de poder; si apreciamos que lo primero que nos sale es un ataque o una predisposición a la defensa, es que no hay un diálogo, y algo dentro de nosotros necesita ser revisado.

La forma ideal de comunicarnos con el otro es desde nosotros, desde lo que sentimos, desde nuestro dolor, desde el miedo que tenemos, desde lo que sea que nos pase. Generalmente detrás de la rabia, se esconde dolor, es bueno ir hacia él para que de esa manera no tengamos que usar la rabia como expresión nuestra, el dolor llegará mejor a la otra persona, impidiendo que se sienta invadida, lo que le permitirá escucharnos con cierta relajación.

Si reprochamos a bocajarro algo al otro, generalmente reaccionará defendiéndose o preparándose para el ataque, más que para la escucha. Al invadir de forma agresiva el espacio del otro, éste se replegará silenciándose, o atacará para evitar la invasión, tal cual como una guerra, una guerra de egos; en cambio, si en lugar de eso, hablamos de nuestro malestar, del daño que nos provoca que el otro haga lo que sea, o desde nuestra propia dificultad, la cosa cambiará, ya que nos comunicaremos desde nuestro propio espacio sin invadir el del otro, y eso propiciará la escucha y la reflexión por parte de uno y del otro, al igual que la posibilidad de ver los errores mutuos.

En el desencuentro de dos personas existe un 50% de responsabilidad de cada uno, tan responsable es el que ocupa demasiado espacio, atacando, como el que se repliega, silenciándose. Ambos tienen dificultad para ocupar su propio espacio.


Es importante encontrar una comunicación más sana y fluida en estos tiempos tan necesitados de comunicación desde el corazón, más que desde la cabeza y la defensa. Es una tristeza que lleguen datos tan abrumadores como que el mayor número de suicidios y divorcios se dan después de las vacaciones de verano, o navidades, o que previa a las vacaciones aumenta el número de consultas psicológicas necesarias para enfrentarse al encuentro con la familia que engloba padres, pareja, hijos, suegros, cuñados, etc.. Estos datos hablan por sí solos y muestran la necesidad que hay de un encuentro real, desde el respeto, respetando nuestras necesidades, y las del otro. 


Muchas parejas para evitar el conflicto se aíslan, se silencian, dedican horas al trabajo, se refugian en los niños, huyen en definitiva de un encuentro que puede ser devastador, pero el silencio, la represión, el tragar, no limpia nada, todavía lo ensucia más, ya que toda esa frustración,  ese malestar queda estancado dentro de nosotros, y la agresividad que no sale para fuera, arremete por dentro, generando un daño mayor. De hecho, en muchas ocasiones, de parejas que apenas han discutido, salen divorcios tremendamente agresivos, de tanto acumulado sin expresar.

Por eso, desde el respeto mutuo, y la conversación saludable, sacando para fuera lo que hay, y siempre hablando desde uno mismo, es la forma de ir poco a poco construyendo relaciones más sanas y fluidas.



Dori Pena Gayo - Psicóloga y Terapeuta Gestalt 

(Este artículo lo escribí para la revista saber alternativo, aparece en el nº  26 de dicha revista. Para más información http://www.saberalternativo.es/ .Allí encontrarás más artículos míos, además de mi perfil en colaboradores.)


jueves, 6 de junio de 2013

Los límites en el niño

Hemos pasado del autoritarismo de antaño, en dónde la opinión del niño no valía para nada, el niño no oía, no se enteraba de nada, y se podía hablar delante de él, criticándolo como si fuese un mueble porque no se enteraba de nada. Todos hemos sufrido algo parecido.

En el colegio no podías ni rechistar porque te caía la bronca monumental. No se podía expresar con libertad que no entendías algo,  porque en lugar de explicártelo, te denigraban delante de la gente, criticando y censurando tu falta de inteligencia o atención, así que mejor no se preguntaba.  

Se ha pasado de un autoritarismo fuerte, que no autoridad, a una permisividad fuerte en algunos casos, el niño, con tal de que sea feliz y no se traumatice mucho, se le permite todo.

El otro día hablando con una psicóloga amiga, me hablaba de la dificultad de los padres de hoy en día en poner límites amorosos, y eso es el quid de la cuestión. Seguramente cuesta poner límites amorosos porque no se han vivido. El límite de antes, no era un límite amoroso, era una bofetada real o simbólica. Hemos pasado de épocas, como me contaba mi padres, en dónde los maestros pegaban hasta hacer sangre al niño sino se sabía la lección a , hoy en día, tratarlos como figuritas casi de porcelana, reyes y reinas que no sólo ejercen el reinado en casa, sino que también quieren extenderlo a todos los ámbitos y con un rey y una reina nadie se puede meter. 

Estamos en una sociedad en el que el niño es el protagonista absoluto, y esto imposibilita mucho la imposición de límites sanos porque a alguien que se le ha dejado crecer tanto en capricho, es muy complicado luego limitarlo. Estos niños se creen superiores a sus padres, y profesores, y no hacen caso a ninguna figura de autoridad porque  la autoridad máxima son ellos, reafirmado por tíos, abuelos maternos y paternos los tratan como dioses. Están endiosados.  

Así que igual que del machismo se pasa al feminismo por puro equilibrio. Del autoritarismo se está pasando a una permisividad fuerte por parte de algunos padres, y otros padres, ante la alarmante situación, han decidido volver a la educación de antes, es decir, exigencia a tope, autoritarismo, y mano dura, y me parece un error ambas posturas. Hay una dificultad real en manejar con cierta destreza ambas manos, la izquierda y la derecha, poner límites, sin ser ogros ni someter al niño provocándole miedo. El autoritarismo genera personas temerosas, que obedecen desde el miedo, no desde el respeto; y ésto es importante que el niño sienta respeto por el padre, pero no miedo, así que hay mucho que cambiar. 

Dori Pena Gayo - Psicóloga y Terapeuta Gestalt 

miércoles, 5 de junio de 2013

El jabón. Un vídeo para reflexionar


Expresar el amor

Me parece una reflexión muy buena. Es necesario expresar el amor, y no quedarse en lo obvio de "ya sabes que te quiero". No, es bueno decir "Te quiero", especialmente a los niños en su crecimiento. Es bueno y necesario escuchar que lo quieren, sino les costará mucho reafirmarse en que lo que son es bueno y válido. La ausencia de te quieros lo registran en negativo.



martes, 4 de junio de 2013