A algunas de las personas que vienen a mi consulta con dificultades en la
pareja se les puede ver intacto el amor profundo que sienten hacia la otra
persona. El amor está al fondo intacto recubierto de una capa aislante y con lo que se contacta diariamente es con una superficie amarga donde habitan las discusiones perpetuas o las desavenencias que hace que nos distanciemos del otro de un modo físico o emocional, pero no del amor profundo que es algo mucho más puro. Es como si todo ese juego, esa guerra se produjese a nivel superficial. Las desavenencias impiden sentir ese cariño profundo, pero cuando se toca, cuando se bucea y se llega a él, dejando a un lado todas las diferencias, se puede reconocer.
¿Qué
es lo que nos une a nuestro/a compañero/a a día de hoy?, ¿qué es lo que
nos separa y no somos capaces de aceptar?, ¿qué
parte de nosotros no está trabajada y le metemos toda la carga a la otra
persona?, el culpable
siempre es el otro, no nosotros mismos. Es más sencillo ver los defectos y la
culpa en el otro que en nosotros mismos.
Muchas
veces se piensa que si el otro fuese y actuase como yo quiero, no tendría estos
problemas. Simplemente con que se amoldase a mí, ya desparecería todo malestar,
pero eso no es querer a la otra persona, es buscar sólo nuestro propio
bienestar, y esto también es algo que cuesta ver. Estamos tan metidos en
nuestras carencias que nos cuesta contactar con el otro.
Deseamos
que la persona nos satisfaga, y ese deseo nos impide ver a la persona que
tenemos delante.
Si
se adapta a lo que tú eres y quieres, ya deja de ser el otro, se hace un
fantasma de ti, pero él o ella, con su idiosincrasia, y su peculiaridad, ha
desaparecido.
Existe
mucha dificultad en encontrar un consenso entre los dos miembros de la
pareja, que las dos voces se hagan oír, tan válida es una como la otra, aunque
generalmente lo que hacemos es lo contrario, intentar salirnos cada uno con la
nuestra, anulando al otro.
Generalmente,
en pareja, las situaciones se ven en blanco y negro, en extremos, o
gano yo y pierde él, o pierdo yo y gana él, ¿por qué siempre tiene que haber un
perdedor y un ganador?, ¿por qué no se llega a un consenso?, en el que como
mucho, cada uno gana y pierde un poquito, o lo mejor que los dos ganemos. Si
uno quiere ir a la playa y otro a la montaña, ¿qué tal si un día vamos a la
playa y otro día a la montaña?, o, ¿qué tal si buscamos un sitio que tenga
playa y montaña?, que los hay, o, ¿qué tal si vamos a otro sitio que nos guste
a los dos y que no sea ni playa ni montaña?.
Le
cuesta tanto al que siempre está acostumbrado a “ganar”, ceder, como al que se
acomoda a “perder”, defender su lugar. Es un juego difícil para los dos, por
eso siempre uno dirige y el otro afloja, pero a la larga esto suele generar
desgaste, resquemor e insatisfacción crónica. Carga a uno igual que al otro.
Al que siempre tira y en apariencias parece que “gana”, porque se hace lo que
él quiere, le agota siempre dirigir, querría que las cosas fuesen de dos, de
“dos”, pero siguiendo su deseo, y el que “pierde”, suele tener la autoestima
baja y necesita enfrentarse a ello, necesita responsabilizarse de su vida y
saber tirar hacia adelante. Éste es un juego eterno, que más que dar
satisfacciones, desgasta.
En
la pareja hay muchas variables a tener en cuenta. Otra es la intensidad con que
se vive todo. Lo que de alguna manera, nos ocurre con todo el mundo, en la
relación de pareja se vive, a veces, de forma insoportable por la excesiva intensidad.
Si
siempre hemos sido personas carentes de cariño y necesitadas de un abrazo. Eso que siempre hemos demandado
de forma anhelante en las relaciones personales de una forma más sutil,
esperamos que cambie radicalmente con la pareja, creyendo que nos ofrecerá todo
el bienestar que durante tiempo carecimos, así que la pareja ha de ser
la pitonisa de turno y con su bola de cristal imaginar todo lo que le gusta a
la otra persona, para que sin que ella diga mucho, obtener todo lo que quiere.
Es demasiada expectativa cargada en una simple y mortal persona que de poderes
extrasensoriales no tiene nada y que también tiene sus carencias, y demandará
con la misma intensidad que la otra, así que están destinados a no encontrarse
y desilusionarse, ya que si pides un 1000, y te dan un 100, es una decepción.
Cuando
tenemos pareja nos creemos con el derecho de tener un chupete eterno que no nos
puede decir a nada que “no”, algo que no ocurriría en otra relación cualquiera
de amistad o familiar, así que la exigencia es total. El miedo a
desilusionar y que nos desilusionen se vive intensamente, mezclado con
exigencia, expectativas y demandas exageradas. El otro me tiene que dar TODAS
las caricias que mi madre o mi padre no me dio y esa es una carga muy pesada
para cualquier persona.
Generalmente
se encuentran personas con un grado carencial parecido, eso no quiere decir que
demanden del mismo modo, cada uno demanda a su manera, y la mayoría de las
veces de forma muy diferente, dando lugar a una falta de entendimiento.
Si
uno, por ejemplo, demanda espacio para ser, independencia en sus movimientos, y
el otro pide cariño y apego para sentirse querido, entenderán el respeto y el
bienestar de forma diferente. El chico, que es el que generalmente demanda más
libertad y espacio para hacer lo que le guste, sin tanto apego ni contacto
corporal, entenderá el cariño y bienestar cuando la otra persona le ofrezca lo
que él quiere, es decir más libertad y desapego, que le dejen estar con sus
amigos, a su aire, sin tanto reproche… y sentirá el contacto prolongado
(abrazos, caricias, besos…) como algo más intrusivo que la mujer
que generalmente lo demanda de forma más intensa, con más necesidad.
El
contacto lo viven de forma diferente (generalizo de esta forma, hombre o mujer,
porque es lo que frecuentemente me encuentro en mi consulta, pero por supuesto
que se da hombres necesitados de abrazos y mujeres más desapegadas). Él no
necesita el contacto tan continuado como ella, y la mujer, generalmente
entenderá el cariño desde el contacto y el abrazo continuo, así que están
predestinados a no entenderse y muchas veces a creer que el otro no le respeta
y no le quiere, si no le da lo que necesita. Se confunde amor con la forma en que uno ama. Si una persona no da caricias y la otra las quiere, ésta última entiende que no le quieren si no es
acariciada, y esto sí es una distorsión, porque no ve que cada uno quiere a su manera.
Generalmente
las carencias las traemos de casa,
y con ellas nos encontramos en pareja, dificultando mucho el encuentro real con
el otro. Aquello que
buscamos tan desesperadamente en otras personas es lo que no nos dieron de
pequeño, y lo reproducimos en relaciones posteriores con amistades, con
relaciones de cualquier tipo bien sea laborales, de amistad, con hermanos…..,
la diferencia con la pareja es la intensidad.
En
el fondo de cualquier insatisfacción, de cualquier problema, estamos nosotros y
nuestras dificultades. De lo que se
trata es de encontrar recursos para vivir la vida de una forma más autónoma,
sin tantas expectativas y exigencias puestas en la otra persona que nos
permita aflojarnos y disfrutar más de la vida, tanto en pareja como
libremente.
Dori Pena Gayo - Psicóloga y Terapeuta Gestalt
Sublime Dori. Besillos
ResponderEliminarMuchas gracias. Un saludo
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