Vivimos en la cultura del disimulo, de la búsqueda del éxito y del reconocimiento a toda costa, de la necesidad de la mirada del otro para caminar, y eso provoca mucha neurosis, ya que se hace difícil el desahogo, y lo que no sale para fuera queda dentro, provocando mucha disfunción. Tratar de estar perfecto siempre a nivel físico, emocional, mental es tal exigencia que nos mata.
Todo este esfuerzo por ocultar lo que consideramos rechazable de
nosotros se hace por miedo a que vean lo que creemos que es la verdad, que en
el fondo van a descubrir que no somos tan valiosos. Tildamos de valiosos
determinados calificativos como “guapos, bien vestidos, hablar correctamente,
tener un buen trabajo, ser inteligente, ser fuerte….”, y por el contra tildamos
de poco convenientes determinados adjetivos como “inseguro, débil, tímido,
agresivo, parco o titubeante hablando, tener un mal trabajo, una imagen menos
brillante…”
Como tenemos miedo a que algo calificado como “malo” salga a
flote, las relaciones con los otros suelen ser de lo más superficiales porque
cuando profundizas un poco con otra persona, no puedes mantener ese juego de
supuesta perfección mucho tiempo, y la vida se hace de lo más contenida, ya que
se contiene que nada “peligroso” para nuestra imagen salga hacia fuera.
La imagen prima por encima de todo dentro de este mundo capitalista
que vende todo, hasta las emociones, cuáles son las adecuadas para exteriorizar
en cada momento y cuáles no.
Sólo desde una aceptación de lo que somos, seremos libres.
Estamos educados en determinados valores adecuados para la familia
en la que nacimos, y en la sociedad en la que nos tocó desarrollarnos, así que
vamos siempre a favorecer que esos valores salgan a la luz, y aquellos más en
desacuerdo con nuestra educación, tenderemos a bloquearnos, bloqueando con ello
nuestra personalidad, empobreciéndonos. En cada sociedad se empobrecen o priman
valores totalmente opuestos, esto mismo ocurre dentro de cada familia.
El trabajo terapéutico trata de ayudar a que salga a la luz todo
aquello que somos nosotros, tratando de despenalizarlo, de hacerlo visible, y de
ayudar a responsabilizarnos de lo que somos, para enriquecernos y expandirnos
con lo mucho que somos, y no bloqueados con lo poco que permitimos que se vea
de nosotros.
Para ello, el primero paso a dar es el de potenciar la toma de
conciencia de cuánto de lo que creemos nuestro, es realmente nuestro o un mero
condicionamiento, es decir qué órdenes hemos tragado enteras y seguimos a
rajatabla, aunque no nos gusten en absoluto, con tal de ser fieles a nuestra
familia, y nuestro entorno, y que no haya fricciones.
Entonces, ¿qué somos nosotros?, ¿qué queremos para nosotros mismos?.
Mucha gente dice: “nada, yo no quiero nada, no deseo nada”. Se han
capado tanto su deseo en aras de adecuarse al del otro que ya no saben ni lo
que desean.
Por lo tanto, la primera parte consiste en permitir que salga para
fuera todo lo que la persona desea, sin bloqueos, sin restricciones, estamos en
terapia y allí está todo permitido, conociéndonos mejor, y dándonos cuenta de lo
limitados que estamos.
En un principio se trata de desaprender todo lo aprendido hasta
ahora. “Hay que ser correctos”, es una orden muy mamada socialmente, aquí se
permite la incorrección en aras de la permisividad de ser uno mismo, y decidir
a posteriori qué es lo que queremos para nosotros mismos.
Por tanto, el primer paso es descondicionarse para ser un poco más
libres. Desaprender, la palabra tan de moda, es importante utilizarla. Se trata de sacar para fuera todos aquellos
mensajes que nos hemos tragado de pequeñitos, tanto dentro de nuestra propia
familia, como dentro del actual modelo social y todo lo que hemos mamado de
generación en generación, forjando un carácter muy condicionado, con poco
espacio para saber qué es lo que queremos.
El premio es la búsqueda de nosotros mismos, aquello que subyace debajo de tantos mandatos y condicionamientos externos.
El premio es la búsqueda de nosotros mismos, aquello que subyace debajo de tantos mandatos y condicionamientos externos.
Dori Pena Gayo - Psicóloga (colegiada G-4975)
No hay comentarios:
Publicar un comentario