Los límites en el niño

Hemos pasado del autoritarismo de antaño, en dónde la opinión del niño no valía para nada, el niño no oía, no se enteraba de nada, y se podía hablar delante de él, criticándolo como si fuese un mueble porque no se enteraba de nada. Todos hemos sufrido algo parecido.

En el colegio no podías ni rechistar porque te caía la bronca monumental. No se podía expresar con libertad que no entendías algo,  porque en lugar de explicártelo, te denigraban delante de la gente, criticando y censurando tu falta de inteligencia o atención, así que mejor no se preguntaba.  

Se ha pasado de un autoritarismo fuerte, que no autoridad, a una permisividad fuerte en algunos casos, el niño, con tal de que sea feliz y no se traumatice mucho, se le permite todo.

El otro día hablando con una psicóloga amiga, me hablaba de la dificultad de los padres de hoy en día en poner límites amorosos, y eso es el quid de la cuestión. Seguramente cuesta poner límites amorosos porque no se han vivido. El límite de antes, no era un límite amoroso, era una bofetada real o simbólica. Hemos pasado de épocas, como me contaba mi padres, en dónde los maestros pegaban hasta hacer sangre al niño sino se sabía la lección a , hoy en día, tratarlos como figuritas casi de porcelana, reyes y reinas que no sólo ejercen el reinado en casa, sino que también quieren extenderlo a todos los ámbitos y con un rey y una reina nadie se puede meter. 

Estamos en una sociedad en el que el niño es el protagonista absoluto, y esto imposibilita mucho la imposición de límites sanos porque a alguien que se le ha dejado crecer tanto en capricho, es muy complicado luego limitarlo. Estos niños se creen superiores a sus padres, y profesores, y no hacen caso a ninguna figura de autoridad porque  la autoridad máxima son ellos, reafirmado por tíos, abuelos maternos y paternos los tratan como dioses. Están endiosados.  

Así que igual que del machismo se pasa al feminismo por puro equilibrio. Del autoritarismo se está pasando a una permisividad fuerte por parte de algunos padres, y otros padres, ante la alarmante situación, han decidido volver a la educación de antes, es decir, exigencia a tope, autoritarismo, y mano dura, y me parece un error ambas posturas. Hay una dificultad real en manejar con cierta destreza ambas manos, la izquierda y la derecha, poner límites, sin ser ogros ni someter al niño provocándole miedo. El autoritarismo genera personas temerosas, que obedecen desde el miedo, no desde el respeto; y ésto es importante que el niño sienta respeto por el padre, pero no miedo, así que hay mucho que cambiar. 

Dori Pena Gayo - Psicóloga y Terapeuta Gestalt 

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