Hablar sin hacernos daño



Es complicado reaprender a hablar sin hacernos daño, ya que lo que hemos aprendido desde pequeños es lo contrario, a utilizar el reproche y la culpa como arma defensiva, es decir a sentirnos fuertes a través de boicotear al otro. El que llegue primero a desarmar y debilitar es el que gana, cuando en realidad es todo lo contrario, es el que pierde, ya que pierde el encuentro con otro ser humano, que en mayor o menor medida, le importa.
Esta forma de actuar rompe muchas relaciones de pareja, daña seriamente las relaciones de familia, e impide una relación sana con amigos y compañeros de trabajo, por eso es necesario dedicarle un tiempo de observación a cómo solemos actuar.

Si sentimos que cuando hablamos con el otro estamos en una pelea continua de egos, de búsqueda de poder; si apreciamos que lo primero que nos sale es un ataque o una predisposición a la defensa, es que no hay un diálogo, y algo dentro de nosotros necesita ser revisado.

La forma ideal de comunicarnos con el otro es desde nosotros, desde lo que sentimos, desde nuestro dolor, desde el miedo que tenemos, desde lo que sea que nos pase. Generalmente detrás de la rabia, se esconde dolor, es bueno ir hacia él para que de esa manera no tengamos que usar la rabia como expresión nuestra, el dolor llegará mejor a la otra persona, impidiendo que se sienta invadida, lo que le permitirá escucharnos con cierta relajación.

Si reprochamos a bocajarro algo al otro, generalmente reaccionará defendiéndose o preparándose para el ataque, más que para la escucha. Al invadir de forma agresiva el espacio del otro, éste se replegará silenciándose, o atacará para evitar la invasión, tal cual como una guerra, una guerra de egos; en cambio, si en lugar de eso, hablamos de nuestro malestar, del daño que nos provoca que el otro haga lo que sea, o desde nuestra propia dificultad, la cosa cambiará, ya que nos comunicaremos desde nuestro propio espacio sin invadir el del otro, y eso propiciará la escucha y la reflexión por parte de uno y del otro, al igual que la posibilidad de ver los errores mutuos.

En el desencuentro de dos personas existe un 50% de responsabilidad de cada uno, tan responsable es el que ocupa demasiado espacio, atacando, como el que se repliega, silenciándose. Ambos tienen dificultad para ocupar su propio espacio.


Es importante encontrar una comunicación más sana y fluida en estos tiempos tan necesitados de comunicación desde el corazón, más que desde la cabeza y la defensa. Es una tristeza que lleguen datos tan abrumadores como que el mayor número de suicidios y divorcios se dan después de las vacaciones de verano, o navidades, o que previa a las vacaciones aumenta el número de consultas psicológicas necesarias para enfrentarse al encuentro con la familia que engloba padres, pareja, hijos, suegros, cuñados, etc.. Estos datos hablan por sí solos y muestran la necesidad que hay de un encuentro real, desde el respeto, respetando nuestras necesidades, y las del otro. 


Muchas parejas para evitar el conflicto se aíslan, se silencian, dedican horas al trabajo, se refugian en los niños, huyen en definitiva de un encuentro que puede ser devastador, pero el silencio, la represión, el tragar, no limpia nada, todavía lo ensucia más, ya que toda esa frustración,  ese malestar queda estancado dentro de nosotros, y la agresividad que no sale para fuera, arremete por dentro, generando un daño mayor. De hecho, en muchas ocasiones, de parejas que apenas han discutido, salen divorcios tremendamente agresivos, de tanto acumulado sin expresar.

Por eso, desde el respeto mutuo, y la conversación saludable, sacando para fuera lo que hay, y siempre hablando desde uno mismo, es la forma de ir poco a poco construyendo relaciones más sanas y fluidas.

Dori Pena Gayo - Psicóloga 



(Este artículo lo escribí para la revista saber alternativo, aparece en el nº  26 de dicha revista. Para más información http://www.saberalternativo.es/ .Allí encontrarás más artículos míos, además de mi perfil en colaboradores.)




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